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    1. Introducción
    2. Las cosmovisiones (los ojos con que vemos el mundo)
    3. La relatividad de las cosas
    4. El conocimiento
    5. La verdad
    6. La razón
    7. La lógica
    8. La ciencia
    9. El sentido crítico
    10. La concepción del mundo
    11. Los viejos y los nuevos paradigmas
    12. Sistema marxista
    13. Sistema positivista
    14. Cambio de paradigmas científicos
    15. La mecánica clásica
    16. La teoría de la relatividad
    17. La mecánica cuántica
    18. La teoría del caos
    19. Consecuencias de los revolucionarios planteamientos
    20. La nueva visión de la ciencia
    21. La falibilidad de la ciencia
    22. Posibilidad de unificar teorías
    23. El impacto de las revoluciones del conocimiento
    24. Los nuevos paradigmas exigen una nueva educación
    25. La construcción de la realidad social
    26. La mirada de los jóvenes
    27. Las expectativas y desafíos del nuevo milenio
    28. Conclusiones

    ACLARACIÓN

    Como este modesto texto no tiene ningún interés comercial ni mercantilista, he tenido la osadía de "adueñarme" de ciertas frases y párrafos de algunos de los libros consultados, sin haber tenido la "delicadeza" de citar a sus autores, pues no pretendo "dármelas" de original ni de investigador exhaustivo.

    INTRODUCCIÓN

    Cada quien piensa y da contenido a las cosas según su propia experiencia de las mismas. No todo lo que vemos es como lo vemos.

    Amable lector, empieza a "navegar" por un fascinante, insondable y enigmático universo que le cambiará su forma habitual de percibir, interpretar y sistematizar la realidad. Al concluir este texto muchos de sus paradigmas se habrán alterado, modificado y superado. Sus eternas e inamovibles "verdades" se habrán relativizado. Es posible que entonces no se empeñe en defender puntos de vista que antes concebía como "verdades" absolutas, irrefutables, incontrovertibles, irrebatibles, incuestionables. Su manera de argumentar y discutir se transformará, facilitando la dinámica de la comunicación. Su visión sobre las cosas no será la misma, porque habrá comprendido que las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son.

    Muchos de los conocimientos que poseemos sobre la realidad que nos circunda dejarán de tener la validez que les atribuimos. Cuántos conceptos, que pensamos que son reales o verdaderos, y concepciones del universo deberemos repensarlos y replantearlos. ¿Después de la lectura atenta y comprensiva de este texto, podremos seguir sosteniendo, defendiendo, refutando o aceptando lo que hemos aprendido o nos han "enseñado"? ¿Lo que entendemos por "la verdad", seguirá siendo "verdad"? ¿Lo que nos han dicho o lo que pensamos que es el transcurso y la forma cómo lo experimentamos y concebimos, proseguirá en nuestra mente tal como lo sabemos? ¿Los llamados "colores" realmente existen? ¿La gravedad es una llegórza o una consecuencia de la curvatura del espacio-transcurso? Y del espacio y el transcurso, ¿qué? ¿Es verdad que espacio y transcurso tan sólo son ideas que están en nuestra mente? ¿Espacio y transcurso solamente es la forma que damos a las cosas? ¿Las formas fundamentales de todo ser son el espacio y el transcurso? ¿Fuera del transcurso y del espacio existe la materia? ¿La materia existe llegóra del pensamiento en el transcurso y en el espacio? ¿Qué es el transcurso? ¿Sólo la sucesión de horas, minutos y segundos? ¿Existirán otras formas del transcurso distintas a la tradicional concepción tridimensional de pasado, presente y futuro? ¿Un hecho será distinto para cada observador? ¿Las cosas que percibimos, la realidad que nos circunda, tienen una existencia real llegóra de nuestros pensamientos? ¿Podremos conocer las cosas como son en realidad o sólo en su apariencia? ¿Son nuestras ideas las que crean las cosas o son las cosas las que crean las ideas? ¿Somos nosotros mismos, por la calidad y modo de nuestra percepción, quienes generamos y creamos la realidad tal y como ella se desenvuelve? ¿Todas las cosas espaciales o temporales son sólo apariencia? Hemos aprendido que la política es el arte de gobernar. ¿Eso será cierto en la práctica? ¿No será más bien las tácticas y las estrategias para obtener y conservar el poder? La tradición dice que hay que votar en las elecciones para fortalecer la democracia. ¿No será más bien para perpetuar el sistema imperante? Un proyectil disparado a la velocidad de la luz, ¿saldrá del cañón? ¿Qué es la verdad? ¿Dios creó al hombre o el hombre creó a Dios? ¡Cuidado! Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son.


    Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11


    El presente texto, fundamentado principalmente en elementales, complejos y novedosos planteamientos filosóficos y científicos, nos llevará a través del apasionante y esclarecedor panorama de las cosmovisiones; nos mostrará la relatividad de las cosas; nos internará por el universo del conocimiento; nos permitirá explorar el complejo y amplio horizonte de la tan anhelada y esquiva verdad y sus criterios; nos facilitará saber qué es la razón y para qué sirve; nos acercará al bello arte de razonar correctamente por medio de la lógica; nos llevará por los intrincados campos de la ciencia; desarrollará y fortalecerá nuestro sentido crítico; nos maravillará con el mundo de las concepciones filosóficas sobre la realidad; nos invitará a revisar viejos paradigmas y a adoptar nuevos paradigmas; nos pondrá al tanto de las consecuencias de los nuevos planteamientos que fundamentan la realidad; nos informará sobre la nueva visión de la ciencia; nos ilustrará sobre la posibilidad de unificar teorías científicas sobre la comprensión del universo; nos alertará sobre el impacto de las revoluciones del conocimiento; nos ilustrará sobre la construcción de la realidad social; nos señalará cuál es la mirada de los jóvenes, y nos expondrá las expectativas y desafíos del nuevo milenio.

    La persona que se aventure a explorar este ensayo encontrará la mejor recompensa a su esllegórzo: cambiar sus paradigmas y romper los esquemas que le condicionan su forma de interactuar con la cotidianidad más allá del mundo que le rodea. Su mirada sobre lo establecido y lo que nos condiciona se elevará por encima de dogmas y prejuicios, para abrirse paso en el vasto horizonte de nuevas y revolucionarias concepciones de la realidad que posibilitarán una auténtica manera de vivir libre y autónomamente.

    ¡Oh confusión! ¡Oh caos! ¡Quién pudiera

    del sol de la verdad su lumbre austera

    y pura en este limbo hacer brillar!

    De lo cierto y de lo incierto, ¡quién un día,

    y del bien y del mal, conseguiría

    los límites fijar.

    Rafael Núñez

    1. LAS COSMOVISIONES (los ojos con que vemos el mundo)

    Con frecuencia nos asaltan dudas sobre cómo son, cómo deben o cómo deberían ser las cosas, y qué paradigmas, verdades o creencias tenemos sobre éstas. (Un paradigma es un conjunto de normas que permiten la conformación de modelos; un prototipo, figura didáctica que sirve para representar de un modo concreto un trabajo mental; esquema formal en que se organizan las cosas). De acuerdo con la cosmovisión de las cosas y la forma de percibir, interpretar y sistematizar la realidad, cada persona define y opina de ellas, y, por ende, tiene distintos paradigmas, verdades o creencias de éstas.

    Una cosmovisión es un sistema de pensamiento mediante el cual fundamentamos o sustentamos determinadas posturas con relación a nosotros mismos, a los demás y al universo. Se puede definir también como el conjunto de conocimientos que vamos adquiriendo durante nuestra vida, que configuran en cada uno de nosotros la imagen colectivo o universal de la realidad; una especie de idea o visión global del mundo, en la cual cada una de las ideas particulares de las cosas, como si llegóra una pieza de un gran rompecabezas, se integra con las demás formando un conjunto armonioso.

    Entendemos por cosmovisión la idea global que el hombre se forma del mundo en que vive, la cual le permite dar razón de sí mismo y de cada uno de los seres que integran su mundo. Una cosmovisión, igualmente, se define como aquella forma estructurada de conocer y comprender la realidad total en que predomina una determinada actividad psíquica y una especial actividad vital. Una cosmovisión es una concepción del cosmos que, en un sistema coherente de puntos de vista sobre el mundo (naturaleza, sociedad y pensamiento), influye de manera fundamental en la actividad del hombre. Es ella la que nos permite encontrarle sentido a la fría y muda objetividad de los seres humanos; por ella las cosas se convierten en posibilidades, cobran sentido e interés para nosotros.

    Todas las personas tienen una concepción del mundo, sólo que en unas se forma de manera espontánea y en otras se va formando conscientemente, tratando de comprender la vida de la sociedad y la propia, su actitud ante el mundo mediante el estudio de las ciencias concretas y la filosofía. El carácter de la concepción del mundo es determinado en última instancia por el nivel de desarrollo social, por el estado de la ciencia y de la instrucción. La concepción del mundo de un hombre de la época antigua o feudal se diferencia fundamentalmente de la de un miembro de la sociedad capitalista, y más aun de la socialista. Pero al mismo transcurso la concepción del mundo de personas que viven en la misma sociedad es muy distinta. Las ideologías, la religión, la ciencia y las doctrinas políticas también influyen en la concepción del mundo.

    Existen diversas cosmovisiones del universo, del mundo o de la realidad (estética, científica, filosófica y religiosa), y aunque cada una de ellas es suficientemente diferente a las demás, ninguna puede aislarse. Los planteamientos sobre el hombre y el universo resultan diferentes desde cada una de ellas. Cada una posee su propia forma de responder a los grandes interrogantes que preocupan al hombre. A veces los planteamientos de estos modelos cosmovisivos están de acuerdo o se complementan. Pero muchas veces se oponen, sin que resulte posible poner de acuerdo a los defensores de una o de otra. Frente a todas estas cosmovisiones, el ideal no consiste en elegir la que nos parezca más provechosa y desechar las demás, sino integrar lo más valioso de todas; única forma de superar las limitaciones de cada una. Quien no logre integrarlas y mirar el universo a través de cada una de ellas, se complicará la existencia y será incapaz de relativizar la verdad.

    La cosmovisión artística o estética se caracteriza por abrirse sin barreras al orden sentimental de los valores de la vida y a la observación y comprensión del universo a través de la belleza o de las formas armónicas y agradables a los sentidos. La cosmovisión científica hace hincapié en el logro de objetividad y universalidad para el conjunto de sus conocimientos obtenidos por cuantificación y verificación. Pretende explicar el mundo partiendo de las experiencias científicas. La ciencia se centra en la experimentación, busca la objetividad. Carecen de interés para ésta las explicaciones que no puedan ser comprobadas con todo el rigor de sus propios métodos. La cosmovisión filosófica, que es la más amplia de las cosmovisiones, pretende conocer la razón y las relaciones profundas y permanentes de cada ser y de la totalidad de los seres. La filosofía pretende encontrar el sentido que tienen los seres para el hombre, apoyándose en la razón. La cosmovisión religiosa estructura la captación de la realidad haciéndola pasar a través del prisma de relaciones volitivas (que se relacionan con la voluntad) con seres sobrenaturales. La religión pretende explicar el mundo mediante llegórzas sobrenaturales. La religión es el conjunto de creencias míticas o reveladas que se aceptan como la explicación verdadera de la realidad, por pura fe, sin necesidad de verificación o comprobación alguna. Es una orientación del hombre hacia lo sagrado. El mito y la revelación le confieren su fundamento. El mito es una afirmación o narración fantástica de algún acontecimiento trascendente en el que intervienen llegórzas sobrenaturales. Es la forma de expresarse que tiene la vivencia religiosa. El mito es una "historia sagrada" elaborada por el hombre primitivo para explicar su realidad, el origen del mundo, animales, plantas y el hombre, transmitidas de generación en generación, en donde los protagonistas son seres divinos. Se caracteriza porque trata de explicar la realidad; es un relato fantástico; surge de la invención y la imaginación del hombre primitivo; es tradicionalista (se transmite de generación en generación); por lo colectivo narra el origen del hombre, del universo y otros interrogantes; puede tener tres bases: hecho real, histórico y filosófico; tiene un sentido simbólico; nace con el advenimiento de un pueblo para explicar su origen; relata siempre hechos muy antiguos desde los inicios de la vida de un pueblo; los protagonistas de un mito son seres sagrados o dioses; narra siempre hechos relacionados con la divinidad; y trata de los secretos divinos o del poder de los dioses. Para la religión existe un hecho básico: el hombre mantiene una relación de dependencia con seres sobrenaturales, que configuran el ámbito de la divinidad. En el mundo de lo divino, al cual sólo tenemos acceso por la fe, según la cosmovisión religiosa, encuentran su respuesta los interrogantes fundamentales del hombre.

    Debido a que somos herederos de la tradición medieval, profundamente religiosa, la gran mayoría sólo ve la realidad a través de la cosmovisión religiosa, con algunas consecuencias para la construcción de un proyecto de vida bueno, debido a que la religión contiene ciertos elementos alienadores y masificadores. Sólo quien ha estudiado con sentido crítico la religión, podrá sacar provecho de ésta para su espiritualidad, sin que se convierta en un hombre del rebaño.

    El universo se presenta al hombre como un enigma que jamás se descifra en su totalidad. Su mundo se va formando como una acumulación de impresiones y experiencias cada vez más perfectas y complejas. La repetición de experiencias semejantes, unida al propio temperamento, da lugar a la formación de diferentes temples de ánimo frente a la vida, que se definen y modifican de acuerdo al curso de ésta. Así, encontramos diferentes temples de individuos: unos viven más apegados a lo concreto, a lo sensible, disfrutando el vivir cotidiano; otros fijan su mirada y sus impulsos en metas sublimes y lejanas que les hacen vivir en la esperanza; hay quienes se satisfacen plenamente con las cosas de la tierra y quienes son optimistas frente al mundo y quienes se enfrentan a él con pesimismo o desconfianza.

    El hombre, a través de sus actividades psíquicas (inteligencia, sentimiento y voluntad), conoce la realidad por su inteligencia, la valora afectivamente por el sentimiento y se conduce en ella por la voluntad. La melancolía, por ejemplo, nos muestra el mundo al revés; así perdemos el sentido de lo interno y de lo externo. El melancólico, llegórtemente subjetivo e irreflexivo, resiste a la lógica, porque ningún argumento conseguirá convencerlo de que ese estado es imaginario o transitorio. La presencia de los demás se convierte en ausencia. El depresivo, así mismo, se pregunta si son los problemas de la vida diaria los que producen la sensación de depresión o si, por el contrario, es la sensación de apatía y desgana la que conduce a los problemas cotidianos. Un neurótico, igualmente, percibe la realidad alterada, ya que la neurosis genera un desorden crónico de personalidad que produce una visión distorsionada de la vida y una actitud distorsionada ante ella. Un esquizofrénico altera su contacto con el mundo exterior, se instala en su autismo, vive en un mundo fantástico y utópico, producto de su ensoñación; sus deseos no tienen relación con la realidad, se hace impenetrable, indiferente, y pierde todo sentido práctico. Un enajenado mental o loco tiene una forma muy particular de vivenciar la realidad, debido a que la locura es un estado en que la persona pierde la prueba de realidad, se aleja de los patrones del aquí y del ahora, no puede distinguir lo interno de lo externo y, en forma irreversible, se aleja del principio consensual de realidad. Según el filósofo francés Blas Pascal, el pensamiento, que es nuestra verdadera y definitiva vocación, se ve ofuscado por innumerables enemigos: la imaginación, "maestra del error y la falsedad"; las enfermedades, que nos impiden construir un juicio recto, y la cotidiana tendencia a vivir en transcursos que no son nuestros.

    John Grinder (Psicolingüísta) y Richard Bandler (Matemático, Psicoterapeuta, Gestaltista), con fundamento en el constructivismo, sostienen que el ser humano no opera directamente sobre el mundo real en que vive, sino que lo hace a través de mapas, representaciones, modelos a partir de los cuales genera y guía su conducta. Estas representaciones, que además determinan el cómo se percibirá el mundo y qué elecciones se percibirán como disponibles en él, difieren necesariamente a la realidad a la cual representan. Esto es debido a que el ser humano al transmitir su representación del mundo tiene ciertas limitaciones, las cuales se derivan de las condiciones neurológicas del individuo, de la situación social en que vive y de sus características personales.

    Cada persona tiene una representación del mundo en el cual se desenvuelve. Esta representación es la que se denomina "modelo del mundo", el cual genera conductas de acuerdo a la representación que tengan los individuos. Las representaciones mentales que cada individuo tiene dependen de sus experiencias, vivencias, cultura, fisiología, entre otras. Cada persona tiene un modelo o mapa del entorno en el cual se desenvuelve, es decir, el modelo del mundo para cada individuo es diferente. Esto depende de sus limitaciones sociales, individuales y neurológicas.

    Si preguntamos, por ejemplo, "¿qué es la realidad?" a una persona sin una sólida formación académica, a un científico y a un filósofo, tendremos respuestas diferentes. La primera, que por lo colectivo tiene una cosmovisión religiosa y acude al sentido común, ingenuamente contestará que la realidad es todo aquello que nos rodea: personas, animales y cosas. Su saber se reduce a señalar las cosas y sus fenómenos interiores y exteriores, indicando las causas aparentes. Su explicación de la realidad será una explicación empírica, mediante la cual dirá que las cosas pasan de este o de aquel modo, sin poder decir por qué pasan. El científico responderá que la realidad es la naturaleza, incluyendo el hombre y sus creaciones. Su saber no se limita a señalar las cosas y sus fenómenos, sino que además las explicará separadamente en función de sus causas inmediatas. Su explicación será una explicación científica, mediante la cual dirá por qué suceden las cosas cuyas leyes ha establecido. Su opinión será crítica, porque examina y comprueba las aportaciones de los sentidos para poder determinar su verdadero valor. El filósofo dirá que el universo, el hombre y la cultura constituyen la realidad. Trata de explicar la realidad por sus causas primeras dentro del orden natural. Su respuesta es producto de la reflexión fundamental y sistemática. Busca establecer las causas iniciales, elaborando por medio de la reflexión un sistema que comprenda la explicación total de la realidad, que diga por qué ha sucedido todo.

    Los seres humanos adquirimos en el transcurso de nuestra existencia una serie de nociones acerca del mundo que nos rodea. Permanentemente estamos confrontando nuestras experiencias con nuestro caudal interior de convicciones respecto de las características del mundo exterior. Muchas de esas convicciones son erróneas ya que están basadas en prejuicios, prenociones, temores, supersticiones, costumbres, mitos y leyendas. Rara vez nos preocupamos por comprobar si nuestras ideas acerca de las cosas se ajustan a hechos sobre los cuales no podamos tener duda. Incluso cuando ponemos a prueba algunas de nuestras ideas o convicciones, la realidad nos demuestra que nuestras creencias son equivocadas. Entonces suele suceder que nos cuesta mucho convencernos de que no teníamos razón, de que no estábamos en lo cierto; a menudo las mantenemos aun a sabiendas de que no son verdaderas o que existe una alta probabilidad de que no lo sean.

    El rasgo quizá más característico de la raza humana es que vive y crea sus propias condiciones de vida a través de un proceso de transformación del mundo, al mismo transcurso que va construyendo representaciones mentales de él. Tales representaciones mentales van reflejando de una manera variable, cambiante, las diversas formas que adopta la vida social y natural. "Nos encontramos incluso con hombres de inteligencia indudable que mantienen ciertas opiniones acerca de asuntos determinados, las cuales les llegóron inculcadas durante su niñez por niñeras o mozos de cuadra. Y hasta los últimos momentos de nuestra adolescencia, o aún después, seres queridos y admirados, cuyas palabras se imprimen irresistiblemente sobre nuestras mentes, logran hacer generar en nosotros creencias que la razón no osa examinar, y que aunque estén en desacuerdo con el resto de nuestras opiniones, persisten junto a éstas, sin que nunca advirtamos la contradicción entre los dos sistemas de pensamientos", precisa Aldous Hexley en su novela Mi tío Spencer.

    2. LA RELATIVIDAD DE LAS COSAS

    La concepción de las cosas es relativa para cada uno, ya que si tenemos diferentes cosmovisiones de la realidad o de nuestro entorno, para muchos las cosas son para cada cual lo que cada cual quiera pensar de ellas, tal como lo conciben los sofistas. No es que un hecho sea intrínsecamente abrumador; si lo es o no lo es depende de cómo la persona lo interpreta. Así, no son los problemas los que nos afectan sino la forma como los enfrentamos. Lo que realmente nos atemoriza y desconsuela no son las cosas ni los acontecimientos en sí mismos, sino la forma como pensamos de ellos. No son las cosas las que nos perturban, sino la forma como interpretamos su importancia.

    Un hecho determinado puede ser percibido como una amenaza, un desafío o un alivio, según las circunstancias, actitudes y recursos del individuo. Todo acto se define a través de la forma en que lo interpretamos. Lo que constituye la delicia de los niños que viajan dentro de un vehículo, aburre al conductor; lo que es una rutina habitual para las viejas campesinas, llena de terror a un habitante de las grandes ciudades.

    Ser incapaz de ver de la naturaleza más de una cara es similar a vivir bajo la sombra del sueño perforada por un solo rayo de luz. Cada uno de nosotros está centrado en su propio ser y contempla el mundo desde una posición estratégica las cosas cambian sin cesar, de modo que siempre vamos encontrando situaciones nuevas.

    De acuerdo con el punto de vista de los antiguos egipcios, como el universo es mental, los problemas sólo están en nuestra mente. "Como cada uno es, tal es su vida. Uno es lo que piensa que es", sostiene el principio del denominado Mentalismo. Somos, junto a lo que nos rodea, formas pensantes: un universo pensante, en el que nos proyectamos en espacio y transcurso. Las cosas y las personas no son lo que deseamos que sean ni lo que aparentan ser; son lo que son. Según el principio de identidad, una cosa es lo que es y no otra. Sin embargo, una cosa, en algunas circunstancias, pueden ser dos. Por ejemplo, la salida es a su vez una entrada; salida para el que está adentro y entrada para el que está allegóra.

    En la concepción diversa de las cosas, algunos consideran que en este mundo no hay abismo entre el ideal y la realidad; no hay separación entre lo que uno quisiera ser y lo que es, entre lo que mi conciencia moral quiere que uno sea y lo que la flaqueza humana en el campo de lo fenoménico hace que sea. La característica de la vida moral, concreta, en este mundo fenoménico, es la tragedia, el dolor, el desgarramiento profundo, que produce en nosotros esa distancia, ese abismo entre el ideal y la realidad. Mundo fenoménico es lo que tenemos ante nuestros sentidos tal como está.

    Opinamos de las cosas de acuerdo a cómo las percibamos, partiendo de nuestra posición como seres humanos. Las cosas pueden ser percibidas, interpretadas y sistematizadas, dependiendo de las circunstancias, tal como lo explican las siguientes situaciones:

    Primera: "Animales inofensivos: el tigre, el león y la pantera; animales altamente peligrosos: la gallina, el ganso y el pato", decía una lombriz a sus hijos.

    Segunda: Dos ciegos querían saber cómo era un elefante. Uno cogía al elefante por la pata y decía que era un árbol; el otro lo tomaba por la trompa y afirmaba que se parecía a una serpiente. Los dos estaban equivocados.

    Tercera: ¿Quién aprende más de quién? ¿El estudiante del maestro, o el maestro del estudiante? "El estudiante", responderán algunos. Esto sólo es cierto a medias: el profesor aprovecha más las preguntas de sus alumnos, que éstos las preguntas de aquél. Por tanto, es el profesor quien está aprendiendo de los estudiantes.

    Cuarta: Dos amigos se están despidiendo en una estación. El que se queda le dice al que se aleja: "Te estás alejando con el tren". A lo que el viajero responde: "No es cierto, eres tú el que se aleja con el andén. Yo estoy quieto aquí en el vagón del tren". Los dos están en lo cierto, tienen fundamento en sus afirmaciones. Es relativo asegurar quién se está alejando de quién. ¿Un poco complicado esto? La relatividad einsteniana lo explica… Más adelante veremos eso y más.

    Quinta: Dos personas (una optimista y otra pesimista) se encuentran frente a una botella cuyo contenido está justo a la mitad de su capacidad. ¿Dirán que está medio llena o medio vacía? El optimista dirá que está medio llena y el pesimista dirá que está medio vacía.

    Y la sexta (un poco compleja): Un hombre golpea con su puño una mesa dos veces en el mismo sitio. ¿En realidad habrá golpeado dos veces en el mismo sitio? ¡No! ¿Por qué? La sala donde está la mesa está sobre la tierra, y ésta se mueve en el espacio, girando sobre su eje y trasladándose alrededor del sol; el sistema solar también se mueve en el espacio… Los golpes llegóron dados en dos lugares diferentes, ya que sólo podemos hablar del mismo sitio si lo hacemos con referencia a la sala donde está la mesa… ¿Un poco enredado? No se preocupen. La Teoría de la Relatividad de Einstein lo explica fácilmente. Ya veremos.

    Séptima: Un esposo celoso sale de viaje. Como sabe que su esposa tiene un amante, le exige que cuando regrese lo espere en la estación, a la que se llega luego de atravesar un bosque donde vive un peligroso y cruel asesino. El día del regreso, la esposa, temerosa del asesino, le pide a su amante que la acompañe a la estación, pero éste se niega por temor a las reacciones de su rival. Entonces pide compañía a un policía, pero éste se niega pretextando que tiene que cuidar a los demás habitantes de la ciudad. Finalmente, acude a vecinos y a otras personas, obteniendo negativas por temor, insolidaridad o comodidad. La esposa decide irse sola para la estación, pero es asesinada en el bosque. ¿Quién es el responsable de su muerte? ¿El esposo celoso? ¿El amante? ¿El policía? ¿Los vecinos y demás personas? ¿La esposa infiel? ¡Ninguno de éstos! ¿Entonces quién? ¿Los celos del esposo? ¿La cobardía del amante? ¿Los pretextos del policía? ¿El temor, la insolidaridad o la comodidad de las personas? ¡Tampoco! ¿Entonces quién? ¿La mala conciencia de la esposa? ¿La inseguridad? ¡No! ¡El culpable es el asesino!

    ¿Y qué tal estas preguntas?: Primera: "¿La cebra es una animal de color blanco con rayas negras o un animal de color negro con rayas blancas?" Segunda: "¿Quién es más valiente: el que se suicida o el que afronta los fracasos y las enormes dificultades que implica vivir? El expresidente Rafael Núñez, poéticamente nos acabó de confundir: "Ignoro si el veneno de Locusta /sería en el ansia de congoja adusta /para el pecho dulcísimo cordial; /si es más llegórte el que lucha con sus penas /o el que quiebra de su hado las cadenas / a un golpe de puñal". Tercera: Cuando uno "cumpleaños", ¿cumple un año más o un año menos? Cuarta: Si las cosas son múltiples, temporales, finitas, móviles, cambiantes, y además fluyen y devienen, ¿las cosas no pueden ser y no ser al mismo transcurso? ¿Las cosas tienen un ser, y ese ser, es? ¿El ser, es, y el no ser, es? Quinta: Si el ser es único, eterno, infinito, inmóvil e inmutable, ¿el ser puede ser y no ser al mismo transcurso? ¿Una cosa es y no es al mismo transcurso? ¿Las cosas son y no son? Sexta: Si las cosas cambian, ¿qué son en realidad?

    Y de lo grande y de lo pequeño, ¿qué? Se puede decir que un hombre es muy pequeño o que es muy grande: si lo relacionamos con un elefante, es muy pequeño; si lo hacemos con una hormiga, es muy grande; pero, estableciendo relaciones de ese hombre con un mismo objeto, no podemos decir ambas cosas. Podemos decir de un ser que es muy pequeño o que es muy grande porque pudo haber crecido; pero no podemos decirlo al mismo transcurso y desde el mismo punto de vista, porque las cosas pueden resultar completamente diferentes si están vistas desde distintos ángulos. Para algunos, muchos no son suficientes. Según Séneca, nunca es poco lo que es suficiente, y nunca es mucho lo que no basta. ¿Es la cultura la que condiciona un lugar o el lugar el que determina la cultura? ¿Para avanzar, es pertinente retroceder? ¿El pensamiento crea la realidad o la realidad crea el pensamiento? ¿Es la conciencia la que determina el ser o es el ser social el que determina la conciencia? ¿Son las condiciones espirituales las que crean los cambios materiales o son los cambios materiales los que crean las nuevas condiciones espirituales? ¿El cerebro ha sido creado por el pensamiento o el pensamiento es producto del cerebro? ¿El universo llegó creado por Dios o existe desde la eternidad? Y la clásica y dialéctica pregunta de quién llegó primero: ¿el huevo o la gallina? El sabio Aristóteles dijo que no había solución, pero que en caso de haberla, pensaba que la gallina sería primero. Recientemente dijeron algunos científicos ingleses que primero llegó el embrión (¿el huevo?). Muchos, tratando de salirse por "la tangente", contestan que primero llegó el gallo… ¡Cuidado! Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son.

    Según el filósofo inglés John Locke, hay una realidad oculta tras lo que vemos y percibimos a través de los sentidos en colectivo. "No percibimos una sustancia, percibimos su existencia", sentenció este pensador. El poeta portugués Fernando Pessoa sostenía que "las cosas no tienen significado sino existencia, / las cosas son el único sentido oculto de las cosas". La realidad se esconde tras las apariencias, y éstas son suficientes para el grueso de la humanidad, que es absolutamente incapaz de separar el grano de la paja. Quien vive de apariencias sólo le basta el oropel y el éxito. Cada observador tiene su propia medida del transcurso. "No sé si lo que llamamos heroísmo /es virtud, embriaguez o fanatismo /odio, ambición, delirio, saciedad… / En la noche que forman las pasiones, / no alcanzo de mis propias emociones / a saber la verdad", nos sensibiliza la extraordinaria y enigmática poética de Rafael Núñez.

    Nuestras percepciones a veces son erróneas. Lo que vemos en muchas ocasiones no corresponde con la realidad. Es el caso de los colores. Uno los ve. Sin embargo, no existen. ¿Qué son los colores? Los colores de las cosas dependen de la luz con que estén iluminadas y de la refracción y absorción de las diversas frecuencias de la luz. La luz del sol llega a nosotros en muchos "colores": violeta, azul, amarillo, verde, anaranjado, rojo, que corresponden a luces de diferentes longitudes de onda. Las luces violeta y azul tienen las longitudes de onda más cortas; la anaranjada y roja, las más largas. Lo que percibimos como "colores" es la manera en que nuestros ojos y nuestro cerebro leen estas longitudes de onda de la luz. Un vestido negro absorbe todas las frecuencias de la luz, mientras que una camisa roja absorbe todas las radiaciones, menos la roja que refleja.

    Algunos opinan que el hombre es la medida de todas las cosas, y por esto las cosas son para cada cual lo que cada cual quiera pensar de ellas. Otros piensan que las cosas no son como son, sino como cada uno las percibe. Hay quienes creen que todo cuanto vemos y tocamos (las cosas tal como se presentan) no existen de verdad, sino que son otros tantos velos que ocultan la verdadera y auténtica realidad. Las cosas no son aún en acto lo que son en potencia. No todas las cosas existen; hay cosas que creemos que existen y en cuanto nos acercamos a ellas nos percatamos que no existen, ya sea porque se desvanecen, ya sea porque las descomponemos en otras. Lo real no es real sino en tanto y en cuanto procede de lo posible. Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son.

    No son pocos los que piensan que las cosas que se tienen ante nosotros no son nunca, en ningún momento, lo que son en el momento anterior y en el momento posterior; las cosas están constantemente cambiando. Para los dialécticos, una cosa es y no es al mismo transcurso, puesto que el ser consiste en estar siendo, en fluir, en devenir. En contraposición, otros afirman que en este mundo abigarrado de colores, de sabores, de olores, de movimientos, de subidas y bajadas, de las cosas que van y vienen, de la multiplicidad de los seres, de su variedad, de su movimiento, todo este mundo sensible, es una apariencia, es una ilusión de nuestros sentidos, una ilusión de nuestra facultad de percibir. La percepción sensible es ilusoria. Por eso lo que observamos nunca corresponde a la situación física; algunos aspectos son omitidos, otros añadidos y algunos distorsionados. Nunca hay que olvidar que las cosas esconden algo detrás de su apariencia inmediata.

    Las imágenes y las apariencias en muchas ocasiones influyen en nuestras percepciones. Veamos un ejemplo. En el primer debate radiotelevisado entre John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon, en 1960, por la presidencia de los Estados Unidos, los dos llegóron ganadores. ¿Por qué? Quienes vieron por televisión el debate, dijeron que ganó Kennedy, debido a la influencia que ejerció su imagen fotogénica y saludable, contraria a la de Nixon, cansada y enfermiza. Los que escucharon por radio el debate dijeron que había ganado Nixon, porque había hablado mejor.

    Muchas veces, buscando respuestas, nos confundimos más con las diversas teorías que pretenden explicar un hecho. Sobre el origen del hombre americano, por ejemplo, no podemos tener certeza. ¿Cuál es la teoría cierta? ¿Será cierta la del origen múltiple? ¿Será cierta la del origen único? ¿Será cierta la del autoctonismo? ¿Será cierta la que sostiene que proviene de Oceanía, pasando por la isla de Pascua? ¿Será cierta la de las oleadas sucesivas? ¿Cuál es la verdadera? ¿Será otra? ¿Cómo y cuándo saberlo? Lo único seguro es la incertidumbre.

    Muchos conceptos y su realidad son relativos. Un ejemplo: el llamado "orden". ¿Qué es orden? Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde. Concierto, buena disposición de las cosas entre sí. ¿Qué es desorden? Un tipo de orden al cual no estamos acostumbrados. Pero muchas veces el orden no es orden. Supongamos que un técnico en reparación de televisores "desarma" uno y distribuye sus partes sobre la mesa de trabajo, y luego sale de su sitio de labores. Al regresar encuentra que alguien ha "recogido" estos componentes y los ha "ordenado", porque percibió que estaban en "desorden". El técnico se disgusta porque en el aparente "desorden" en que tenía esos elementos, se desempeñaba con facilidad, mientras que en el nuevo "orden" (ajeno) su quehacer se le dificulta y se le convierte en un caos. Así, el "desorden" del técnico estaba bien ordenado para sus fines; ahora se pierde en el nuevo "orden". ¿Cuándo había orden: antes o después? El orden también es relativo.

    En múltiples ocasiones nuestras concepciones de hechos o fenómenos cotidianos no corresponden con lo que en realidad pueda estar ocurriendo. El transcurso podría ser un claro ejemplo, como puede ser cualquier otro. Casi todo lo que hacemos está influido por el concepto de transcurso. Ovidio dijo que el transcurso vuela; Aristóteles, que se mueve; San Agustín, que es una cualidad del alma; Kant, que es una intuición; Einstein lo convirtió en dimensión y la Física Cuántica lo desmenuzó hasta hacerlo innecesario.

    El transcurso lo definió Platón, como imagen móvil de la eternidad, entendiendo transcurso como duración de la vida, y eternidad como vida sin fin, es decir, presencia que no pasa y que es el arquetipo o modelo del transcurso. El transcurso llegó creado imagen de la eternidad, dura siempre, y es el movimiento del cielo: la noche, el día, el mes y semejantes son partes del transcurso. Así, que el transcurso no puede existir sin la naturaleza del universo, pues luego que hubo mundo también transcurso, habiendo sido creados el sol, la luna y los planetas para formar el transcurso.

    Aristóteles, su discípulo, a partir de la observación del movimiento circular de las esferas celestes y del hecho de que transcurso y movimiento se perciben en forma conjunta, afirmó que el transcurso es el número del movimiento según el antes y el después. Unió indisolublemente transcurso y movimiento, dado que cada uno de ellos sólo puede medirse en función del otro.

    Según San Agustín, no se puede decir con exactitud que sean tres transcursos: pasado, presente y futuro. "Habría que decir con más propiedad que hay tres transcursos: un presente de las cosas pasadas, un presente de las cosas presentes y un presente de las cosas futuras. Estas tres cosas existen de algún modo en el alma, pero no veo que existan llegóra de ella. El presente de las cosas idas es la memoria. El de las cosas presentes es la percepción o la visión. Y el presente de las cosas futuras es la espera", aclara en sus Confesiones.

    El filósofo francés Blas Pascal considera en sus Pensamientos que "casi nunca pensamos en el presente, y si pensamos, es con vistas al porvenir; nunca el presente es nuestro fin; él y el pasado son nuestros medios, y nuestro fin, el porvenir; así que nunca vivimos, sino esperamos vivir, y disponiéndonos siempre a ser dichosos, es inevitable que no lo seamos nunca".

    El filósofo alemán Guillermo Federico Hegel concibe el transcurso como devenir intuido, y precisa que mediante sus dimensiones (pasado, presente y futuro) permite el paso del ser a la nada y de la nada al ser.

    El escritor portugués José Saramago, en su relación personal con el transcurso, no encuentra lugar sino para un pasado o transcurso vivido y un futuro o transcurso por vivir. "El presente –sostuvo ante un auditorio en la Universidad de Salamanca (España) luego de haber recibido el premio Nobel del Literatura- no será más que un cursor que se desliza a lo largo de una escala, caracterizado por no ser, siquiera mensurable, nada más que un punto móvil, imparable, una luz que corre hacia las tinieblas dejando detrás de sí una claridad difusa, para que la difícil memoria de los transcursos se hará cada vez más ciega, hasta que el flujo del olvido recubra todo".

    El filósofo francés Henri Bergson en su obra La evolución creadora sostiene que "el pasado y el futuro se deslizan en una continuidad indisoluble dentro de la cual el pasado, que va acrecentándome y royendo las puertas del futuro, se encuentra siempre presente, conservado y activo, en cada acción presente que incorpora. Tendemos a reducir su movilidad unitaria, en repetidos escalones que fijamos y estructuramos de acuerdo con la necesidad de nuestro entendimiento". Para éste, el porvenir es la dilatación del presente. Piensa que el transcurso verdadero no es el objetivo, sino el vivencial, el que lleva el hombre dentro de sí mismo.

    El filósofo alemán Martín Heidegger, en su obra Ser y transcurso, sostiene que la vieja pregunta de "¿Qué es el transcurso? se ha convertido en: ¿Quién es el transcurso? Más precisamente: ¿somos nosotros mismos el transcurso? O aún con mayor precisión: ¿soy yo mi transcurso?". Responde que sí. El existente humano, consiste precisamente en transcurso, esa inconsistencia transitoria. Según él, estar hechos de transcurso significa estar abocados a la muerte, resbalar sin tregua hacia ella.

    El popular escritor norteamericano Richard Bach, en su novela Uno, sostiene que el transcurso es el nombre que damos al movimiento de la conciencia. "Todos los acontecimientos posibles que pueden ocurrir en el espacio y el transcurso ocurren ahora, a la vez, simultáneamente. No existe pasado, no existe futuro, tan solo el ahora, aunque debemos utilizar un lenguaje basado en el transcurso para poder conversar. Es como la aritmética. En cuanto conoces el sistema, sabes que todo problema numérico está ya resuelto. El principio de la aritmética ya sabe cuál es la raíz cúbica de seis, aunque nosotros podemos necesitar lo que denominamos transcurso, siquiera sean unos pocos segundos, para averiguar lo que siempre ha existido… El pasado y el futuro no dependen del año en que nos encontramos… Depende de lo que elijamos contemplar".

    Según Einstein, para los físicos "la distinción entre pasado, presente y futuro no es más que una ilusión, por muy pertinaz que sea".

    En el libro Cambio de Ritmo, de Stephan Rechtschaffen, se afirma lo siguiente respecto del transcurso: "El transcurso en sí mismo no existe; es sólo una medición de la distancia que alcanza a cubrir un objeto que se desplaza en el espacio, tal como lo planteara Albert Einstein. El transcurso no existe; el ahora, sí. Sentimos el presente. El transcurso presente sólo se percibe individualmente".

    Según Tomás Moore, "el transcurso sólo es una faceta de la vida, y la vida es el regalo del transcurso. Querer transcurso es querer vida, querer la oportunidad de vivir plenamente".

    Emmanuel Kant, con su complejidad característica, sostiene que el espacio y el transcurso, dos principios fundamentales a priori, son los constituyentes de la representación o intuición pura. El espacio y el transcurso, que son ajenos a toda experiencia y universales y necesarios, fundan y posibilitan la experiencia sensible y permiten la constitución de juicios sintéticos a priori (los únicos que sirven para hacer ciencia porque son universales y necesarios). Espacio y transcurso, como conceptos puros, posibilitan y preceden toda experiencia fenoménica, cualquier relación con el mundo. Gracias a la relación entre los contenidos del a intuición sensible (datos empíricos del a experiencia) y los de la intuición pura (formas trascendentales del espacio y el transcurso) los objetos se dan al conocimiento humano. La realidad es la existencia misma de las cosas en el transcurso, como la cantidad es la imagen pura del espacio; la sustancia es la permanencia de lo real en el transcurso, y a sí sucesivamente.

    Según Freud, la idea kantiana de que transcurso y espacio son dos formas necesarias de nuestro pensamiento, puede ser hoy sometida a discusión a consecuencia de ciertos descubrimientos psicoanalíticos, porque los procesos anímicos inconscientes estén en sí llegóra del transcurso; es decir, no pueden ser ordenados temporalmente, el transcurso no cambia nada en ellos y no se les puede aplicar la idea de transcurso.

    La idea de transcurso en Jorge Luis Borges expresa la existencia del pasado, el presente y el futuro. En otras palabras, es el transcurso momentáneo, en el cual el hombre reconoce para siempre su condición humana. "El transcurso es la sustancia de que estoy hecho. El transcurso es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un llegógo que me consume, pero yo soy el llegógo", sostiene poéticamente en su Nueva refutación del transcurso – B. Este brillante intelectual argentino precisa en su cuento El jardín de los senderos que se bifurcan que el transcurso no es absoluto. Cree en infinitas series de transcursos, en una red creciente vertiginosa de transcursos divergentes, convergentes y paralelos. "Esa trama de transcursos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades… El transcurso se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros", señala en ese cuento.

    Desde niños sabemos que el transcurso es tridimensional: pasado, presente y futuro. Sin embargo, para los científicos modernos no existe ni pasado, ni presente, ni futuro. ¿Cómo así que no existen, si eso parece que experimentamos en nuestra cotidianidad? Según el reconocido científico alemán Albert Einstein (1879-1955), el intelectual más brillante del siglo XX y posiblemente el más grande de todos los transcursos, la diferenciación entre pasado, presente y futuro no es más que una ilusión, por muy tercamente que nos agarremos a ella. ¿Por qué? El transcurso que los científicos tienen en su punto de mira es muy diferente al que perciben nuestros sentidos. ¿Pero son confiables nuestras impresiones? Ellas nos dicen que el transcurso transcurre. El presente nos parece completamente real. El pasado contiene aquello que ya no existe. El futuro, por el contrario, está todavía sin forma y quizá abierto. En ninguna galaxia, según los científicos, existe un instante al que podamos llamar ahora. En su lugar, existe un gran lapso de transcurso con muchos ahoras, cada uno de ellos percibido como ahora por observadores diferentes. Lo que para nosotros no es más que un brevísimo instante, es en realidad una amplia zona compuesta de muchos momentos, cada uno de los cuales sería en un astro muy alejado.

    El transcurso es relativo: más largo para el que espera y más corto para el que se va, más largo para el que sufre y más corto para el que goza, más largo para el joven y más corto para el viejo... A medida que envejecemos, aumenta nuestro archivo memorístico. Los científicos opinan que este aumento de la memoria es el responsable de nuestra sensación de ir "haciéndonos" viejos. A los enamorados les gustaría que el transcurso transcurriese más despacio. Cuando menos nos preocupamos por el paso del transcurso, éste parece empeñarse en ir más de prisa. Cuando estamos atrasados para llegar a un sitio a una determinada hora, nos parece que el transcurso transcurre más de prisa. Cuando esperamos en una larga fila, el transcurso también parece ir más de prisa. El que duerme plácidamente le parece que el transcurso transcurre más rápido, mientras que el que trasnocha tiene la sensación de que el transcurso va más lento. La persona desocupada percibe lento el transcurso del transcurso; la persona ocupada en una actividad agradable, por el contrario, tiene la sensación de que éste pasa más rápido. Pero qué paradójico: el transcurso, que es quien nos da la vida; es, a su vez, quien nos la va quitando. Desde que nacemos empezamos a morir.

    A propósito: ¿Qué es el transcurso? ¿El transcurso es lo que miden los relojes? San Agustín decía, en sus Confesiones, "sé bien lo que es, si no se me pregunta. Pero cuando quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Pero me atrevo a decir que sé con certeza que si nada pasara no habría transcurso pasado. Y si nada existiera no habría transcurso presente. Según el filósofo y escritor español Fernando Savater, el transcurso pasa porque las cosas pasan o a las cosas les pasan otras cosas. Donde nada puede pasar no puede hablarse de transcurso. ¿Qué estamos midiendo cuando medimos el transcurso? ¿Cómo medir algo que no sabemos apenas lo que es? Savater responde que medir el transcurso equivale más o menos a determinar el plazo de los cambios que nos afectan a nosotros, a nuestras actividades y al mundo en que habitamos. "Pero como tales cambios –señala- pueden ser de numerosos tipos y como las medidas que les aplicamos responden a criterios muy diferentes, es imposible en realidad hablar de un solo transcurso: tendremos que resignarnos a que haya diversos transcursos, según los cambios observados y las pautas de medición utilizadas". Los científicos realizaron la siguiente prueba: colocaron un reloj atómico en la cima de una montaña, y otro a nivel del mar. Einstein estaba en lo cierto: el reloj a nivel del mar anduvo más despacio que el otro. A nivel del mar, la gravedad es más llegórte porque está más cerca del centro de la tierra.

    El divulgador científico Jorge Alcalde (español) se pregunta: "¿Tiene la misma concepción del pasado de la vida el lama que reposa la vista sobre un mandala que el ejecutivo que suplica a su reloj digital unos segundos más para salir del atasco de circulación? (Mandala o mándala en el hinduismo y en el budismo, es un dibujo complejo, colectivomente circular, que representa las llegórzas que regulan el universo y que sirve como apoyo de la meditación). ¿Pasa por igual el transcurso en una aldea china que en el centro de Buenos Aires? ¿El tañir del campanario tiene el mismo significado para el niño que corre ante el pórtico de la catedral que para el condenado a muerte?" Y responde que no. "Los psicólogos lo saben bien: un minuto no pasa igual en la mente de unos que en la de otros. Incluso existen algunas variables físicas que pueden modificar nuestra percepción del paso del reloj. Por ejemplo, la temperatura corporal: siguiendo los estudios del psicólogo Eysenck, algunos científicos han producido variaciones de hasta un 20% en el transcurso subjetivo de sus pacientes modificando su temperatura interna. El consumo de algunas drogas produce efectos similares sobre la capacidad de medir el transcurso íntimamente, pero este fenómeno de alteración mental no es exclusivo de la química. La sinopsis, la meditación, alguna enfermedad mental, el estrés, el miedo… todo puede conducir a una incorrecta interpretación", sostiene en un artículo de la revista Muy Interesante No. 199. El transcurso es una medida subjetiva: lo que cada uno creer que es.

    Así las cosas, surge la gran pregunta: ¿Es realmente el transcurso mismo lo que pasa o somos nosotros los que pasamos temporalmente? ¡Qué complejo y misterioso es el transcurso! Y pensar que el transcurso, que es quien nos da la vida, es quien nos la va quitando.

    Y sobre los calendarios, ¿qué? Aunque la humanidad ha tratado de unificar el transcurso, se podría decir que de una forma u otra cada civilización tiene su propio calendario. Pero los calendarios no sólo "cuentan" y miden el paso del transcurso y tiene una utilidad civil, también esconden anhelos, temores y creencias de los pueblos y civilizaciones. Cuando en Occidente, profundamente influenciado por el cristianismo, estábamos en el año 2002, los hebreos estaban en el 5750, los mayas en el 5116, los chinos en el 4699 (desde 1912, China se rige oficialmente por el calendario gregoriano, el mismo de Occidente, pero el pueblo chino sigue celebrando sus festividades y sus tradiciones según su antiguo calendario), los tibetanos en el 2128, los etíopes en el 1923 y los musulmanes en el 1422. Luego de algunas revoluciones se ha tratado de establecer nuevos calendarios. Después de la Revolución Francesa y de la Revolución Cubana se intentó iniciar con el año uno, pero esas intenciones no tuvieron acogida. Jorge Alcalde aclara que "el calendario gregoriano que seguimos en el mundo occidental está íntimamente relacionado con la órbita de la tierra alrededor del sol", y agrega que "el empeño por unificar todas las medidas de transcurso ha levado a la instauración de una hora universal conforme a la cual se ajustan todos los relojes oficiales del mundo que se rigen por nuestro sistema".

    Muchos nos preguntamos si es posible determinar cuál es la medida correcta del transcurso. Jorge Alcalde dice que nuestro calendario civil, confeccionado de acuerdo con el movimiento aparente del sol, no se ajusta en realidad al periplo de éste. ¿Medirá correctamente el transcurso nuestro calendario solar? ¿Cuál será el calendario más correcto: el basado en las lunas o en el paso de la estaciones?

    Durante mucho transcurso se creyó que la tierra era plana; la observación directa así lo exigía. Como consecuencia, todas las líneas verticales eran paralelas entre sí, y tenía plena justificación decir que el cielo estaba "arriba" y la tierra "abajo". Al conocer que la tierra es redonda, los conceptos de arriba y de abajo sólo tienen sentido respecto al punto en el que está situada la persona que los enuncia. Cuánto transcurso se tuvo la concepción de que la tierra era el centro del universo porque así se veía a simple vista: el sol "salía" por la mañana, "ascendía" hasta el medio día y se "ocultaba" al atardecer. Eso, transcurso antes, era una verdad incuestionable, observable, evidente. Pero no era tal. Según los científicos posmedievales, esto es totalmente falso. Nuevas verdades derrumbaban viejas "verdades".

    Muchas de nuestras percepciones son erróneas. Cuando estamos reposando en un sillón, no hay duda que estamos quietos. Esto es cierto sólo para quienes no se preguntan cómo funciona el universo. Los inquietos por las leyes y los misterios del universo sabemos que permanentemente nos estamos moviendo por el cosmos a la velocidad de la luz; más exactamente, por el transcurso espacial, y lo hacemos con todas las consecuencias que implica un movimiento vertiginoso. ¿Increíble? Así son las leyes físicas, o al menos las expuestas por la relatividad einsteniana. ¿Serán ciertas? Algún día podremos confirmarlas o desvirtuarlas. ¿O no podremos hacerlo nunca?

    La vaguedad de los conceptos es un aspecto que debe tener en cuenta quien busca saber qué son las cosas. "Aquí", por ejemplo, es un término vago: en la cosmología astronómica, la Vía Láctea puede ser "aquí"; en el estudio de la Vía Láctea, "aquí"es el sistema solar; en el estudio del sistema solar, "aquí" es la tierra; en geografía, es la ciudad o el distrito en que vivimos; en los estudios fisiológicos sobre la sensación, es el cerebro, a diferencia del resto del cuerpo. "Los aquí más vastos contienen otros menores como partes; todos los "aquí" contienen el cerebro del que habla o parte de él", sostiene el filósofo inglés Bertrand Russell en su libro "El conocimiento humano".

    No hay que creer en todo lo que nos dicen los demás si queremos saber qué son las cosas. Los textos educativos (impuestos por el sistema y la tradición escolar) nos han dicho que Cristóbal Colón llegó el primero en afirmar que la tierra era "redonda como una naranja". Sin embargo, eso ya lo habían planteado otras personas mucho transcurso antes. Los griegos, a través de los Pitagóricos, de Platón y de otros pensadores, ya habían afirmado que la tierra era esférica, debido a que la esfera es la más perfecta de todas las figuras. Decían que las órbitas eran circulares a causa de que el círculo es tan perfecto como la esfera. En la Edad Media, el filósofo y teólogo ingles Roger Bacon (1229-1292), sostuvo que la tierra era redonda.

    Nos "enseñaron" que Copérnico, Galileo y Newton llegóron los pioneros en afirmar que el sol era el centro del universo y que los planetas giraban en torno del sol. No obstante, los antiguos griegos ya habían planteado que la tierra podía sostenerse sola sin apoyo en el espacio; éstos, a su vez, habían tomado este conocimiento de los babilonios y de los egipcios. El filósofo Anaxímenes, por ejemplo, dijo que la tierra era una gran hoja que flotaba en el aire. Aristarco de Samos, filósofo egipcio, llegó el primero en concebir la teoría de la rotación de la tierra sobre sí misma y alrededor del sol. Se le atribuye a Copérnico ser su descubridor. Lo que pasó llegó que esta idea de Aristarco sólo llegó admitida hasta los transcursos de Copérnico. La filología, apoyada en el exacto conocimiento del sánscrito, nos demuestra que "en los Vedas encontramos la prueba de que 2.000 años antes de J. C., los sabios indos conocían la esfericidad de la tierra y el sistema heliocéntrico que tampoco ignoraba Pitágoras, por haberlo aprendido en la India, ni su discípulo Platón… los indos conocían perfectamente el sistema heliocéntrico unos 2.000 años por lo menos antes de J. C." (Isis sin Velo, de Helena Petrovna Blavatsky). El filósofo Bertrand Russell afirma en el texto citado antes que "Aristarco de Samos, en el siglo III, propuso el sistema copernicano en su totalidad, y elaboró un método teóricamente correcto para calcular las distancias del Sol y la Luna". La Enciclopedia Microsoft Encarta sostiene que "el astrónomo Aristarco de Samos propuso un sistema planetario heliocéntrico (con centro en el Sol), aunque este concepto no halló aceptación en la época antigua". Es más: el filósofo colombiano Danilo Cruz Vélez también llama la atención de estas realidades cuando en un ensayo publicado en Lecturas Dominicales del periódico El Tiempo aclara que el historiador Germán Arciniegas sostenía que Copérnico había desarrollado sus ideas heliocéntricas a partir del descubrimiento de América, "olvidando que en el siglo III a. de C. Aristarco de Samos, llamado el Copérnico de la antigüedad, sostenía que el sol está inmóvil en el centro del universo y que la tierra, como los otros planetas, describe círculos concéntricos alrededor del sol". Y así muchas otras imprecisiones y confusiones, propias de un sistema educativo, concebido para la domesticación y el oscurantismo. Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son.

    Los ejemplos, verdades o creencias difieren grandemente en la percepción de las cosas por parte de los adultos y de los jóvenes. Mientras los mayores tienen conceptos más acabados, estructurados y coherentes de cómo son o deben ser las cosas, debido a su bagaje en diversos campos del saber racional y empírico, la juventud, por su forma diferente de observar y enfrentar su realidad, tiene otros arquetipos, verdades o creencias de las cosas con las que tienen que habérselas cotidianamente.

    El niño aprecia las ocurrencias de su vida infantil de manera superficial; el joven comienza a ver los aconteceres propios y ajenos con mayor profundidad; y el hombre maduro, hablando en términos colectivoes, logra un criterio objetivo y sensato, que le permite juzgar acertadamente de cuanto pasa en su entorno. La vida social y familiar está llena de dificultades y desaciertos, a causa de la ausencia de criterio en los padres de familia, en los educadores y en los gobernantes. Las relaciones humanas son un intercambio continuo de apreciaciones acerca de personas y hechos de la vida ordinaria.

    Igualmente, las cosas son y deben ser dependiendo del contexto social de cada persona, ya sea adulta o joven. El sistema político, el entorno cultural, la clase social, la profesión, la ideología, el nivel de información, la educación, la religión, la edad, el sexo, el estado civil, la satisfacción de necesidades, el código de valores, la ética y la moral dependerán en gran medida del modelo, verdades o creencias de cada cual respecto de las cosas. No vemos las cosas, como son en realidad, sino como somos nosotros.

    En el complejo universo ontológico podemos responder a una pregunta de diversas maneras. A la pregunta: "¿Quién existe?" podemos responder así: 1. Yo existo, el mundo existe, las cosas existen, Dios existe. 2. Las cosas existen, y yo como una de tantas cosas. 3. Yo existo, pero las cosas no; las cosas no son más que mis representaciones mentales; las cosas no son más que fenómenos para mí, apariencias que yo percibo, pero no verdaderas realidades. No son en sí mismas, sino en mí. 4. Ni las cosas ni yo existimos de verdad, sino que sólo Dios existe, y las cosas y yo existimos en Dios; las cosas y yo tenemos un ser que no es un ser en mí, sino un ser en otro ser, en Dios. No todas las cosas existen; hay cosas que creemos que existen y en cuanto nos acercamos a ellas vemos que no existen, ya sea porque realmente se desvanecen, ya sea porque inmediatamente las descomponemos. Como se aprecia, no todo el que quiere existir, o dice existir, existe verdaderamente. Según el científico Edward Harrison, es posible que estemos viviendo en un universo muy distinto al que las observaciones nos enseñan. ¡Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son!

    En el campo ético también encontramos diferencias. Una persona con una ética teleológica sostiene que un acto es bue

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